La innovación es una necesidad real para establecer procesos de mejora continua en organizaciones y empresas. No es una moda. Debe convertirse en un estilo de gestión que favorezca un cambio en la perspectiva de un desarrollo más productivo y competitivo.
La innovación es uno de los elementos fundamentales para el progreso económico y social. Existe una correlación positiva entre la innovación y el crecimiento económico. La competencia determinada por la globalización de los mercados y las reformas en las regulaciones de muchos sectores están induciendo a las empresas, cada día de modo más rápido y eficiente, a innovar.
La innovación favorece también el crecimiento sostenido de las empresas. Las empresas necesitan invertir en innovación porque la innovación representa la mejor oportunidad para aumentar su cuota de mercado, reducir sus costes de producción y, por ende, incrementar los beneficios.
En este sentido, toda empresa, tanto industrial, como de servicios o incluso la propia administración pública, precisa plantear con rigor su posición competitiva dentro de su entorno y de cada uno de sus sectores estratégicos de negocio o de actividad.
Para delimitar el término de innovación, podemos evocar la definición de la OCDE, que la describe como la implementación de un producto nuevo o significativamente mejorado; un nuevo proceso; un nuevo método mercadológico; o un nuevo método organizacional para los negocios, el lugar de trabajo o las relaciones externas.
Existen diferentes definiciones, pero la evolución del concepto de innovación ha ido derivando hacia la simplicidad, y limitando la dependencia de los procesos de innovación con procesos de elevada inversión y lejanos a la realidad empresarial.
Para medir y referenciar decisiones estratégicas de política pública y estrategias de carácter empresarial, contamos con herramientas como el Índice Global de Innovación (IGI). El proyecto del IGI define métricas que captan la innovación en la sociedad, más allá de las medidas convencionales que la vinculan a investigación o al gasto en investigación y desarrollo (I+D).
La innovación puede darse en muchas formas, desde pequeñas modificaciones incrementales hasta importantes cambios estructurales. La chispa de la innovación puede originarse en el análisis de los productos o de los servicios, en los procesos de fabricación, en los sistemas de gestión o en la manera en que la empresa gestiona su información internamente o con el exterior.
Necesitamos comprender la innovación como una actividad compleja y diversificada, en la que intervienen muchos componentes que interactúan y actúan como fuentes de las nuevas ideas. Además, la innovación debe afrontarse como un proceso sistemático enfocado en la búsqueda de cambios y el análisis de las oportunidades que estos pueden ofrecer.
Determinar qué es la innovación aplicada a la mipyme nos permitirá empezar a construir programas y herramientas enfocadas en provocar un cambio, en la generación de valor agregado y en emprendimientos más dinámicos.
De momento, lo que podemos saber de la innvación en la región es que entre 2015 y 2020, todos los países de la región mostraron una disminución relevante en sus IGI.
En este primer análisis que hicimos desde Cenpromype, aunque el acceso a tecnología y la oferta de capital conforman dos brechas importantes que limitan la innovación en la región; desde el Observatorio regional de competitividad e innovación productiva y sostenible de la mipyme, registramos la necesidad e importancia de fomentar la capacidad para desarrollar innovación.